¿García Márquez, cobani de la pluma?

Está circulando desde hace un rato, pero quizás alguno de ustedes todavía no la haya descubierto: "La cumbia gramatical" de Los Wikipedia a cargo del ex-Tinelli Yayo. Inteligente y graciosa, en la mejor tradición de las parodias de Les Luthiers.


Talleres y cursos de redacción: noviembre 2010

En curso:
Técnicas de escritura. En el Centro Cultural Ricardo Rojas. Taller cuatrimestral. Recursos y herramientas para componer mejor los textos que quieras o necesites escribir .


Próximos:
Escritura 2.0: cómo escribir en el nuevo modelo de redes sociales. Taller para comunicadores. En las UCES. 18, 24, 25 de noviembre y 1 de diciembre. Informes: posgrados@uces.edu.ar


Dos conferencias de Daniel Cassany

Días atrás, tuve la enorme fortuna de almorzar y conversar un buen rato con Daniel Cassany, el autor de la Cocina de la Escritura . Durante octubre estuvo de paso por Buenos Aires dictando un taller en la UBA y otro en Neuquén. No nos veíamos desde su última visita en 2002, ocasión de una memorable conferencia que organicé en el Rojas: “¿Cómo hacer para que la escritura nos obedezca?”.
Entre los tantos tópicos de la charla –Buenos Aires, Barcelona, la UBA, sus libros recientes, etc.- una parte de ella fue destinada a recordar aquella conferencia, un evento que terminó con la sala central del centro colmada de unas doscientas personas que le pedían desde consejos de redacción hasta su opinión sobre el Ulises de Joyce. Fue una experiencia intensa y muy divertida, tanto que impulsó a Cassany a escribir su propia crónica del evento, con los consejos incluidos.
Como una suerte de complemento de esa experiencia, Daniel me contó que hace un par de años había participado de una conferencia organizada por Andrés Hoyos, el director de la revista literaria colombiana El Malpensante. Lo habían invitado a disertar sobre un tema que habitualmente evita: literatura y escritura. Tal como le explicaron los promotores de la conferencia, muchos de los recursos y estrategias que Cassany propone son, por supuesto, aplicables a cualquier texto, incluso los literarios.
Frente a un auditorio también muy poblado, entonces, Daniel abordó el tema de la creatividad –para sacarla del dominio exclusivo de la literatura- y, tan interesante como ello, reveló algunos de los procedimientos que sostienen su propia escritura. Profundizando sus ideas de siempre, Daniel encuentra nuevos ángulos y matices para explicar la relación con los lectores –de estar cerca de ellos surgen las mejores ideas-, reafirmar el carácter comunitario de la lengua y debido a ese carácter, nuestra habilidad para reformular contenidos.
Vale la pena leer ambas crónicas, que además están escritas por Daniel mismo. La de Buenos Aires tiene consejos puntuales –cociná tus textos, convertite en un mayordomo de tus lectores, etc.- mientras que la de Bogotá los desarolla y fundamenta.
Aquellos que hayan leído y disfrutado la Cocina de la Escritura, encontrarán que ambas pueden ser deliciosos apéndices del manual. Y, por el contrario, quienes recién descubran el trabajo de Daniel pueden saborearlos como aperitivos para, en todo caso, ir después por bocados mayores.

La vida bien escrita de William Zinsser

Acabo de terminar de leer Writing about Your Life de William Zinsser. En una clásica maniobra suya, el escritor norteamericano escribe sus memorias y mientras lo hace, intercala consejos sobre cómo escribir una. (Acá van algunos ejemplos: usar como material aquello que resuene emocionalmente, no preocuparse por la opinión de familiares, encontrar un punto de vista que dé unidad a tu texto, etc.)

Pero más allá de sus aspectos prácticos, el libro de Zinsser es tan o más interesante por la historia qué cuenta: la vida de un escritor. Uno no del todo convencional, aclaremos. Zinnser, un periodista neoyorquino que ganó celebridad a partir del millón de ejemplares que vendió su libro On Writing Well, construyó una vida alrededor de las letras, pero sin tocar la literatura. Es más: fue un defensor tenaz del “non-fiction” como un género igualmente prestigioso.

Es que menos escribir literatura, Zinsser hizo de todo: trabajó como periodista en el New York Herald Tribune –el diario que tiempo después sería desplazado por un más contemporáneo New York Times-, fue articulero free-lance para revistas como Life, dio clases de redacción en Yale, se desempeño como editor de la empresa Book of the Month , y en el medio se las ingenió para ser autor de 8 libros de temas variados. Actualmente escribe una columna todos los viernes para The American Scholar y toca el piano. Bastante actividad para alguien que ya está pisando los noventa años.



Sin palabras innecesarias

Al leer su biografía, uno tiene la sensación de estar en presencia de alguien que contribuyó enormemente a afianzar la prosa clara, orientada al lector, que caracteriza al Estados Unidos de posguerra. Cómo su país por aquellos años del siglo veinte, la prosa de Zinsser es vigorosa, productiva, llana, positiva. Sus oraciones cortas y activas, sus párrafos sólidos de point sentences directas y precisas, son un buen espejo de esa sociedad optimista y triunfante, que se siente construyendo un nuevo mundo.

“¿Quién puede entender el lenguaje viscoso del comercio cotidiano de los Estados Unidos?”, escribía allá por mediados de la década de los setenta en el inicio del segundo capítulo de su libro On Writing Well. "¿Quién puede entender un memo, un reporte corporativo, una carta de negocios, una nota enviada por un banco? […] El fárrago de palabras es la enfermedad de la escritura americana. Somos una sociedad ahogándose en palabras innecesarias, construcciones circulares, adornos pomposos y jergas sin sentido”, denunciaba, entusiasmado por remover los obstáculos y posicionar la escritura como una garantía de desarrollo de una sociedad democrática.

La validez de su legado

Pero el mundo ya no es ese que Zinsser describía apasionadamente. Y aunque muchos de sus presupuestos continúen teniendo plena vigencia –la claridad, la funcionalidad de los textos, la economía de palabras, etc.-, ya empieza a haber suficiente evidencia de que no todos ellos encajan en los modelos de prosa más fragmentarios, colectivos y abiertos que caracterizan estos nuevos tiempos. Ahora, en todo caso, tratamos de armar recorridos con esos fragmentos e invitamos a nuestros lectores a participar lo más posible del proceso.

Igual, estas razones no deberían ser un impedimento para disfrutar de las pequeñas y encantadoras historias de este neoyorquino de clase media. Ahí están para nuestro placer sus anécdotas de aulas y redacciones â la Hemingway, sus semblanzas de personajes, sus reflexiones sobre el oficio. Todas presentadas con una prosa liviana y ágil cuyos mecanismos sigue valiendo la pena desentrañar.

Sí. Aunque el mundo se haya vuelto un lugar más vertiginoso, con poco lugar para comienzos, desarrollos y finales perfectamente estructurados. Aún en él, se siguen necesitando párrafos bien construidos, sin palabras de más.