¿El nuevo estilo de los manuales de estilo?

Si antes la norma era una sola, establecida por unos pocos para muchos, hoy los nuevos medios parecen abrir el paso para que sean los usuarios los encargados de dialogar y reflexionar acerca de la mejor manera de expresarse.

El proyecto recientemente creado por la Fundéu brinda el espacio para esto. Se trata de Estilo, “un manual de los nuevos medios hecho en un medio nuevo”, como ellos lo definen. Estilo es todavía un blog pero pronto será una página web elaborada a partir de los aportes de la institución y de las recomendaciones, ideas, consejos, etc. que blogueros, lingüistas, periodistas y profesionales del mundo hispanohablante publican allí diariamente.

Si quizás en un primer momento sus creadores imaginaron un manual cerrado, la lógica del mismo canal debe haberlos hecho pensar en otro camino. Lejos de los antiguos textos, este nuevo medio abre la puerta al debate, como lo describe en esta entrada el célebre filólogo y lexicógrafo Manuel Seco: “Hay personas que ante cualquier duda del lenguaje, esperan siempre una respuesta tajante. Muchas veces la hay; pero muchas veces la solución ha de ser matizada”.

Allí mismo, la institución hace un resumen de los recursos que ofrece y destaca la diferencia entre ellos y el nuevo espacio: “Para emitir recomendaciones lingüísticas está la página de la Fundéu BBVA, para construir o recoger sesudo conocimiento enciclopédico está la Wikilengua; para preguntar, dudar, avanzar y dar marcha atrás está este blog: una suerte de guerrilla de la lengua a la que no le importa tropezar, si el tropiezo es parte del avance”.

Esta es la propuesta de este wikimanual de Fundéu, entonces. Una herramienta tal vez menos académica pero igual de útil, donde la discusión está a la orden del día y donde, entre todos, es posible construir nuevas formas de evaluar lo correcto y lo incorrecto, lo que conviene y lo que no.

Santander Río y su apuesta a los contenidos de fondo

Hace ya varios años que venimos trabajando con Santander Río. De las muchas virtudes que caracterizan su comunicación interna, una de las más importantes es la confianza que asignan a la producción de contenidos. El banco cree que empleados bien informados, al tanto de los fundamentos que guían sus políticas y objetivos estratégicos, hacen un mejor trabajo.

Una de las últimas muestras de esa convicción es el Anuario 2010 de su revista mensual Ideas. La publicación, dirigida exclusivamente al público interno, aborda uno a uno los grandes temas de la gestión presente y futura. Temas como la innovación tecnológica del negocio, el compromiso del banco con los sectores productivos del país o la estrategia comercial de aumentar los niveles de bancarización en la población, son abordados en profundidad en distintos artículos de fondo, acompañados por entrevistas breves y textos más fragmentarios.

Efectivamente, el anuario con sus más de 70 páginas de artículos, reportajes, infografías y pastillas de datos representan un muestrario acabado de en qué anda Santander Río, de por qué hace lo que hace. Algo que cualquier empleado del banco valorará a la hora de dotar de sentido a su tarea cotidiana.













El anuario estuvo dirigido por las responsables del área Vanesa Marignan y Juliana Maíz Casas, diseñado por HT Contenidos y escrito por Bruno Armento y Alfredo Dillon, de esta consultora.

En la foto de arriba, una muestra de uno de los artículos centrales de la publicación: Enrique Cristofani, presidente del banco, repasa la agenda de temas de la institucion con Sergio Galván, el gerente de Comunicación externa y Estudios económicos.

In English? ¿O en español?


La tendencia de incorporar palabras en inglés a los textos en castellano parece ir en aumento en casi todos los ámbitos, y es un tema que suele despertar diversas opiniones.

Una de ellas es la de Álex Grijelmo. En su libro Defensa apasionada del idioma español, el renombrado periodista ibérico explica que si bien el español siempre recibió palabras de otras lenguas –lo que de alguna manera lo fue moldeando hasta ser lo que es hoy–, el caso del inglés es diferente. Parece ser –describe el autor– que “en apenas medio siglo el inglés ha colocado en nuestras bocas tantas palabras como el árabe en ocho centurias”.

Además, a diferencia de lo que sucedió con el vasco, el árabe, el catalán, el francés, el maya o el guaraní (por nombrar algunos idiomas que influyeron al nuestro), los anglicismos que comenzaron a llegar al español a mediados del siglo XX no lo hicieron por el contacto popular sino mediante la letra impresa en periódicos, tratados científicos y otras publicaciones. Por lo que no adaptaron su fonética a la nuestra sino que arribaron –como dice Grijelmo– “con todas sus letras, a menudo impronunciables para un hispanohablante monolingüe”. Lo mismo continúa sucediendo hoy, a través de la televisión, la publicidad y los productos importados.

A excepción de algunos términos que sí se adaptaron (como fútbol, computadora o escáner), hoy el idioma del norte entra en nuestros textos escritos y orales así como suena. En las empresas, las áreas de Publicidad y Marketing (curiosamente, esta palabra está en inglés) tienden a incluir en sus documentos outsorcing, managment, benchmarking y pricing. Lo mismo sucede con Sistemas, donde input, update y download son recurrentes.

Para este comportamiento, Grijelmo esboza una hipótesis: los hispanohablantes se avergüenzan de su lengua y creen que las palabras en inglés suenan mejor, más prestigiosas y elegantes. Esta última, una suposición errada que el autor rebate repetidas veces con buenos ejemplos.

Lo cierto es que un texto cumple su propósito si el lector puede comprenderlo, si no necesita sortear obstáculos para llegar al mensaje. En este sentido, los términos en inglés (o en otro idioma para el caso) pueden generar dificultades en la lectura. Sin embargo, tampoco es bueno fanatizarse. Si una palabra expresa lo que queremos decir seguramente no esté tan mal ponerla en inglés, en itálica y, si es necesario, con una aclaración entre paréntesis. Es decir, si es funcional y no suena demasiado rebuscado, entonces adelante.

¿Ben, Bin o Ibn?

Desde la muerte de Osama (¿o Usama?) parece haber en los medios cierta disputa con respecto a la correcta escritura de su nombre completo.

La Fundéu se inclina por Bin, con i y no con e. Y aclara que, si está presente el nombre de pila, la primera parte del apellido va en minúscula. Es decir: Osama bin Laden o Bin Laden. El diario Clarín elige la misma opción.

La Nación, por su parte, opta por Ben, como bien describe Ricardo Quesada, en su blog "Errar es humano", alojado en el portal de este diario. Allí, el periodista explica que el problema surge principalmente por el modo en que se elige adaptar la grafía árabe al alfabeto latino.

Por último, la RAE presenta la opción más "original": Usama Ibn Ladin. Según dice el diario La Nación en esta nota, la Academia afirma que esta sería la mejor forma de respetar la pronunciación de la lengua árabe, que sólo cuenta con las vocales i, a y u.

Un tema un tanto superficial que confunde más de lo que aclara. Y que, a estas alturas, no creemos que desvele demasiado al principal implicado.