Joanna Richardson: “El lenguaje claro es algo demasiado grande para que quede asociado a un gobierno o a un partido”


Hace diez años cuando, en alguna reunión, Joanna Richardson contaba que trabajaba con lenguaje claro, era muy raro que la charla se extendiera mucho. Sus eventuales interlocutores no entendían a qué se refería y, si lo hacían, no asignaban demasiado valor a lo que escuchaban. Sin embargo, últimamente nota que la cosa empezó a cambiar: “Ya no me dan vuelta la cara como antes”, se ríe. “Ahora percibo cada vez más interés, e incluso encuentro gente que ha oído hablar del tema y comprende su importancia”.

Joanna hace mucho que viene explicándole a la gente de qué se trata el plain language  o el lenguaje claro. Inglesa de nacimiento, pero afincada en la Argentina desde los inicios de los 90 –acá pueden chequear el derrotero que la trajo desde su Oxford natal a Buenos Aires–, ha hecho una vida de capacitar gente en cómo comunicarse con claridad.

“Para mí, comunicarse en lenguaje claro es algo que tiene que ver con la inclusión: con que los ciudadanos comprendan mejor cuáles son sus derechos y obligaciones, con que los gobiernos se vuelven más transparentes y con que las empresas tengan un trato más honesto con sus consumidores”.

Esa vocación se manifiesta en Joanna de varias maneras: participando como miembro del directorio de PLAIN, una de las principales organizaciones del mundo en la materia; llevando adelante su propia consultora especializada y, más recientemente, formando parte de la comisión que instrumentó la primera red de lenguaje claro en la administración estatal.

Aprovechando cierto auge de la temática a partir de distintas iniciativas estatales como esta, charlamos un rato sobre cómo ve el panorama actual en nuestro país.

Entre la experiencia chilena y la mexicana
“Es algo fantástico. Todavía somos pocos, pero estamos mejor que antes”, comienza a decir Joanna respecto de la situación local del lenguaje claro. “Hay personas que vienen trabajando hace mucho, como Mariana Bozetti o Emilia Ghelfi, con quienes nos conocemos muy bien. Y últimamente he conocido gente valiosa dentro de la administración pública, un espacio que yo no frecuento tanto”.
Justamente, Joanna fue la única persona ajena al Estado que formó parte de la reciente comisión detrás de la formación de la Red Nacional de Lenguaje Claro. Tomando prestado el ejemplo de Chile, diversas oficinas del Estado argentino han comenzado a articularse para mejorar su comunicación. 

“Es un primer paso”, evalúa al ser consultada. “Todavía estamos en las etapas iniciales, elaborando intenciones y protocolos. Pero, más allá de que me gustaría ir más rápido, es alentador que se haya comenzado a avanzar”, dice.

En este sentido, una de las principales preocupaciones de Joanna es que estas iniciativas sean vistas como lo que son: acciones propias de un Estado y no de un gobierno o un partido político en particular.

“Sería trágico que eso sucediese. Ese fue el caso de México con el programa de Lenguaje Ciudadano: fue visto como una acción partidaria del gobierno de [Vicente] Fox y no como una necesidad del Estado mexicano”, alerta. Efectivamente, el programa, lanzado hace casi quince años, proponía una actualización del modo en que se escribía en la administración de esa país. Muy alineado a las prácticas de plain language adoptadas en otras naciones, llegó incluso a contar con un manual prologado por Daniel Cassany (todavía es posible encontrar una versión aquí) y con premios a las oficinas estatales que mejoraban su comunicación. Lamentablemente, el programa fue discontinuado por el gobierno siguiente.

Para Richardson es imperativo no replicar esa experiencia fallida.  “Como dice Mariano Vitetta, un colega muy querido, ‘El lenguaje claro es algo demasiado importante para que sea percibido como la mera acción de un gobierno o de un partido político’. Es algo más grande. Por eso, es fundamental que aquí en la Argentina nos aseguremos de no repetir esos errores”, concluye.

Un lenguaje para todos
De hecho, en el mundo y en el país hay una gran actividad alrededor del lenguaje claro que ocurre fuera del Estado, más allá del gobierno que en ese momento lo administre. Sin ir más lejos y como quedó dicho antes, el grueso de la experiencia de Joanna está en el ámbito privado con organizaciones que buscan formar a su gente en lenguaje claro en inglés. Ha desarrollado, por ejemplo, una larga carrera como instructora en el estudio Marval, O’Farrel y Mairal, y también ha formado gente en grandes empresas como Tenaris.

“Una de las cosas buenas de trabajar con abogados es que les gusta escribir”, dice. “No siempre todos están felices con incorporar técnicas de claridad, y creo que muchos de ellos preferirían en reemplazo un buen curso de puntuación, pero no me quejo: son un buen público. Además, si hay algo que tengo claro es que nunca hay que pelearse con un abogado”, bromea.

Joanna celebra también recientes iniciativas como TCR, la campaña del banco BBVA que busca transparentar su comunicación, y otras del estilo que vienen teniendo lugar en muchas organizaciones.

A pesar, entonces, de que ejemplos como estos continúan apareciendo, quizás sea lícito preguntarse por qué el fenómeno de comunicarse más accesiblemente no termina de extenderse más masivamente. Joanna ensaya un par de explicaciones: “Creo que todavía hay gente en cargos directivos que ha sido formada en tradiciones antiguas. Y a pesar de que las necesidades del mundo son otras, continúa respondiendo a esas tradiciones. Lamentablemente, es muy difícil que las organizaciones cambien cuando las personas que las conducen se resisten a hacerlo”, explica.

Pero también encuentra responsabilidades dentro del mundo académico. “A pesar de que mucha agua ha pasado bajo el puente, todavía sigue habiendo resistencia a escribir más claramente en la vida universitaria. Muchos de quienes trabajan en la Academia siguen sintiendo que sus obligaciones no incluyen dirigirse a un público más general. Eso no es bueno”, dice la especialista, al tiempo que concluye: “En realidad, esa es la actitud opuesta a lo que distingue al lenguaje claro: pensar en el otro. Al hacerlo, tal como decíamos al principio, abrimos la puerta a la construcción de una sociedad más inclusiva”.