Como se espera de una consultora como la nuestra, durante 2010 redactamos piezas de todo tipo. Notas y posts para intranets, artículos para revistas internas, capítulos de memorias, textos de folletos y brochures, presentaciones, sitios Web... De todo, menos manuales de productos.
Y pareciera que no va a ser fácil romper la racha. En la Argentina no existe una conciencia mayoritaria de la importancia de esta pieza: ni para completar una experiencia de compra satisfactoria ni para, menos aún, garantizar derechos del consumidor. Salvo que se trate de una compañía grande y todo lo que haya que hacer sea traducir un manual original -y a veces ni eso, porque las casas matrices incluyen textos explicativos en español-, las compañías locales difícilmente se toman el trabajo de elaborar profesionalmente un manual explicativo de sus productos.
Así, con tanto artículo fabricado en el exterior no es raro encontrarse con instrucciones malas, ininteligibles o directamente inexistentes. Esa fue mi experiencia durante el año pasado con la compra de un caloventor en un supermercado. Fabricado en China, la hojita que acompañaba el artefacto era incapaz de explicar su funcionamiento, alertar sobre eventuales peligros o recomendar usos. Simplemente presentaba unos dibujos y unas flechas, y unas pocas instrucciones mal escritas.
Afortunadamente, también tuve la experiencia contraria. Compré una notebook y no sólo me encontré con una manual bien articulado y escrito claramente, sino que me apelaba y se ponía en mi lugar. Para consumidores ansiosos como yo, incluía una guía adicional de cuatro o cinco instrucciones básicas, perfectamente ilustradas, que permitían empezar a usar la máquina inmediatamente, sin estropearla ni leer de antemano las 30 páginas del manual original.
No pido tanto, todavía. Como consumidor, me conformo con textos llanos que eviten que andemos a tientas luego de salir de alguna tienda con un artefacto nuevo. Ya llegará el día en que nuestros fabricantes e importadores entiendan que la pequeña inversión de redactar buenos manuales se termina pagando sola por lo mucho que mejora el objeto en la percepción de los compradores o por los reclamos posteriores a la compra que ahorra.
Yo compré un celular Motorola Dext chuchi -y caro- y me vino con un folletito mínimo que explicaba lo básico y nada más. Todavía no me puedo amigar del todo con él, hay miles de cosas que no pude encontrar cómo resolver, ni siquiera en Internet.
ResponderBorrarMientras tanto, miro con algo de envidia el libro-manual completísimo y detallado de la Blackberry de mi esposo...
Mirá vos. Hubiera imaginado que una empresa como Motorola estaba entre las que se ocupaba del tema.
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